Desde hace ya un buen tiempo, la Revista Enfoque, un interesante medio digital, está promoviendo una gran cantidad de lugares emergentes de Chile. Entre esos destinos figura uno muy cercano a Copiapó y Tierra Amarilla. Se trata del Parque Nacional Nevado Tres Cruces, que adquirió esa denominación el 29 de julio de 1994.
Este hermoso sitio no está ajeno a historias increíbles, como la ocurrida el 2 de marzo de 1929. Aquella vez, el piloto francés Jean Mermoz y el mecánico Alexander Collenot, su copiloto, decidieron buscar una nueva ruta para llegar a Santiago y evitar así las fuertes tormentas cordilleranas de la zona central. Para ello despegaron desde Mendoza hacia el norte, encontrando favorables condiciones del tiempo en la zona cordillerana de Copiapó.
Entrado ya en Los Andes chilenos, en las cercanías del nevado Tres Cruces, el avión sufrió una avería al carburador, por lo que debieron aterrizar forzosamente en una planicie a más de 4.000 metros de altitud. Para peor, en esta acción se dañó el tren de aterrizaje.
Después de tres días de bregar reparando la panne y soportando temperaturas de 15 grados bajo cero, con admirable instinto de supervivencia, el mecánico Collenot logró finalmente reparar la aeronave. Luego, tanto él como el piloto realizaron una acción tan arriesgada como imposible, pues ya sin batería empujaron el avión a un precipicio y sobre la marcha se subieron intentando encontrar las milagrosas ráfagas de aire. De esta heroica manera, el avión, un Latécoère 25, pudo retomar el vuelo, arribando a Copiapó el 5 de marzo de 1929.
Mermoz competía en los éxitos aéreos con su famoso amigo escritor Antoine de Saint-Exupéry, autor del libro El Principito.
En honor a la proeza aérea, en la villa El Cobre II de Copiapó hay una calle que lleva el nombre de Jean Mermoz. Sin duda, un justo reconocimiento.