Por Omar Monroy
Hay que ser muy conscientes para comprender la extraordinaria hazaña realizada para fundar Potrerillos, en la que se emprendió una gigantesca obra que puso a prueba el ingenio, la tenacidad, el esfuerzo y la inteligencia.
Observo los túneles del ferrocarril y el asombro se refleja en mis ojos. Además, miro solazado las profundas zanjas en las cuales se instalaron redes de cañerías de agua potable por cientos de kilómetros, desde la precordillera a la costa (Barquito). Entonces me imagino el titánico trabajo de incontables hombres que vencieron a la adversidad.
A más de 3.000 metros de altitud se construyeron plantas de fuerza, de extracción y de tratamiento metalúrgico. En tanto, para la instalación de los centros industriales salieron interminables caravanas de carretas desde la costa, trasladando 18.600 toneladas de acero, 19.100 yardas cúbicas de concreto y otros pesados materiales. Incluso, se construyeron más de 100 kilómetros de línea férrea desde Barquito hasta las minas de Potrerillos, pasando por escarpadas montañas.
Asimismo, se levantaron 145 kilómetros de líneas eléctricas, erigiéndose gigantescas torres de alta tensión, alimentadas por la planta termoeléctrica construida en el puerto de embarque de Barquito, donde también se construyeron un muelle, una maestranza, un campamento, clubes, un hospital, una escuela y un cine, entre otros recintos.
Fueron años de sudor y sacrificio en los que se superó el implacable clima y las inclemencias del desierto. En pocos años, Potrerillos se convirtió en una moderna urbe que dispuso de todos los adelantos urbanos, sociales, educativos y culturales. Su hospital, equipado con la mejor tecnología de la época, contó con médicos y profesionales de diversas especialidades, siendo uno de los mejores del país.
En las alturas se formó una identidad local y todavía están incólumes sus raíces, tradiciones, leyendas y costumbres. Allí aún permanecen las vivencias y sueños de miles de habitantes, así como sus muertos en el cementerio y los arraigados anhelos que no abandonan a esta añorada tierra.
La identidad, memoria, historia, valores y emociones de esta ciudad minera la ayudan a sobrevivir estoicamente y luchar para que su rico e invaluable patrimonio arquitectónico y cultural sea salvaguardado y protegido. Se espera que así como lo hizo El Teniente y hace poco Chuquicamata, El Salvador tenga la misma visión y consciencia sobre la trascendencia y el valor del legado patrimonial de Potrerillos, sinónimo de patria en la cordillera.