Por Damir Galaz-Mandakovic Fernández, Tocopilla y su Historia
Esta ciudad crece por medio de sus barrios, estableciendo, a la vez, marcas y diferenciaciones, ya que la noción de barrio se enmarca en un sentido de divergencia espacial y social, cuyo resultado denota segregación.
El barrio y sus significados se vinculan al carácter arquitectónico, urbano, a la dimensión del espacio dentro de la ciudad, oponiendo a ello el centro, territorio generalmente vinculado a las zonas de administración y comercio. Sobre la base del barrio se construyen o se imaginan límites, y sobre el barrio, además, se desarrolla la vida pública y se articulan las relaciones. El barrio, como constructo que implica un límite, posee un nombre y un espacio que vendrán a dotarlo de cierto distintivo dentro de la ciudad.
Los barrios son la grafía de imágenes y también de imaginaciones desde el territorio en el cual se emplazan. Muchas veces el barrio vendría a establecer el símbolo residencial de la base social, de la gente, de la ciudadanía, cuyos territorios el político profesional dice representar. Por eso, en tiempos de campaña electoral se dice que los políticos “caminan el barrio”, “van a la pobla” o “bajan a los barrios”, expresando la verticalidad del poder hallado en lo “alto”. Por lo mismo, quizás barrio, población, “pobla”, “bajar”, “caminar” o “cerca de la gente” simbolizan precisamente la cercanía con el barrio, confluyendo semánticas y referencias sociales que de pronto estigmatizan y también desprecian.
Aún ciertos vecinos se identifican con esas categorías, definiéndose como gente de barrio, esto es, que pertenecen a ese “barrio de abajo”, lo que equivaldría a ser humilde, siendo esta “bajeza” un elemento que legitima y valida moralmente, sustentándose en una supuesta autenticidad y carácter popular de su habitar.
El centro de la ciudad está comúnmente asociado al consumo. En cambio, mientras más lejos se vive, menos se consume, como lo evidencia el escenario de precariedad de Tocopilla. En efecto, surgen los relatos centrados en temáticas sobre la calidad de vida.
Si bien el proyecto de barrio en la ciudad ejecutado por el Estado siempre tuvo como finalidad un mejoramiento de las condiciones de vida de varios sectores, hoy la ciudad, en este caso la Tocopilla contemporánea, es entendida como foco de conflicto, con problemas que se ahondan constantemente, todo en un macroescenario de neoliberalismo desatado.
Por lo general, cuando se habla de barrios marginados, aparte de emplear criterios discursivos o de memoria, estos son fundados por su limitante al consumo, situación que no iría aparejada con el sistema económico que promueve el consumo de todo tipo de productos, insumos y servicios. La ciudad y sus centros comerciales, el «centro” como lo “opuesto” al barrio, a lo residencial, proporciona los consumos, pero cuando el barrio se ve limitado surge el relato de la precariedad de la calidad de vida y la sensación de marginalidad.
Igualmente los barrios nos remiten a procesos de deshistorización que pueden ser entendidos como el relato que hace mención a un pasado, pero no a cualquier pasado, sino a uno que fue mejor que el presente. Sin embargo, estos relatos no pueden precisarse históricamente. Entonces, ¿dónde hallamos ese pasado? ¿En qué proceso? ¿En qué fecha? ¿En qué periodo? Quizás en “ese pasado” también existía la noción de que todo tiempo pasado fue mejor. No obstante, siempre se alude a cierta naturaleza de la vida sana, distinta a estos presentes “negativos”, de lo cual podemos entender que se hace referencia a un cierto tipo de valores más que a un tiempo definido, preciso y medible, expresándose de este modo una ideología.