Por Gabriel Carvajal
“Dulce Jesús Mío, mira con piedad, un alma he perdido por culpa inmortal”, versa unas de las coplas de la muerte que cantan los atacameños en nuestras comunidades indígenas para el Día de Todos los Santos y de los Muertos, el 1 y 2 de noviembre respectivamente. Por eso, a pocos días de que esta conmemoración se lleve a cabo en todo el país, vale la pena conocer un poco más acerca de la cosmovisión atacameña respecto al tema de la muerte y, más aún, sobre los ritos, costumbres y tradiciones que se realizan en estas fechas.
Durante los preparativos, que se inician tres días antes, las familias atacameñas preparan las ofrendas para los difuntos, ya que existe la creencia de que ellos todavía necesitan algunos elementos de la tierra material, tales como comida y bebestibles, entre otros. En ese contexto, por ejemplo, se hornea pan dulce y salado. Asimismo, se alista una mesa donde serán dejadas estas ofrendas. En el caso de Ayquina, a la mesa la cubre un mantel negro en señal de luto, mientras en San Pedro de Atacama este es blanco. Además, sobre la mesa se deja un arco verde, en señal de que allí existe una puerta de acceso a las almas que aquel día son libres. De hecho, se afirma que en esa oportunidad arriban todas las almas a la mesa.
Según las tradiciones, dicho arco debe ser puesto antes de las 12 del primero de noviembre. En cuanto a los panes, es importante enfatizar que estos tienen forma de escaleras y de perros, entre otros animales, ya que estos ayudan a cruzar un río que separa los dos mundos. La comunidad visita cada una de las mesas de ofrendas, instaladas al interior de los hogares.
El recorrido se inicia por donde se recuerda al alma más nueva y al final del día se retorna al lugar en que se comenzó. Son consideras almas nuevas aquellas que llevan menos de tres años fallecidas.
En cuanto a la conmemoración como tal, este día se realiza un rito muy similar a un pago. El waki se realiza con un solo cántaro de greda y únicamente se introducen las ofrendas con la mano izquierda, lo que simboliza el contacto con el alma (se debe destacar que en los pagos, la derecha se vincula con los abuelos y la pachamama). El waki aquel día recibirá parte del vino, bebidas, pan dulce y salado y todas aquellas cosas que la familia quiera llevarle como ofrenda a sus muertos. Finalmente, el contenido del waki será quemado, puesto que el fuego es el canal para llegar a las almas. Así, con estas tradiciones se ayuda a descansar en paz a las almas de los difuntos.
Importante es resaltar que este conjunto de costumbres tiene algunas variantes dependiendo de cada pueblo, pero en todos representa una oportunidad para recordar, agradecer y pedir por las almas de quienes han dejado el mundo terrenal. En Calama, por ejemplo, no son pocos los hogares que tienen en alguna habitación una de estas mesas.
Esta experiencia es realmente sobrecogedora, ya que se puede llegar a sentir la presencia de las almas, lo cual invita a una profunda reflexión.