Por Sergio Zarricueta Astorga
¿Les suena el nombre La Laja?… Les doy una pista: ¿conoce el embalse Santa Juana?, ¿ha recorrido los 14 kilómetros de extensión de sus aguas cortina arriba?… Debajo de esos miles de millones de metros cúbicos de agua se estableció este pueblito hasta el año 1995.
La Laja llegó a ser un hermoso poblado en donde sobresalían sus huertos con plantaciones de paltos, duraznales, nísperos, limoneros, parronales, porotos, choclos, tomates y otras hortalizas.
Para los viajeros que subían o bajaban desde Alto del Carmen era casi obligatorio detenerse en La Laja,
ya que ahí podían disfrutar de la hospitalidad de los lugareños y de los primores de temporada.
Este pueblo tuvo una característica muy particular: casi todos sus habitantes compartían los apellidos Huanchicay y Varas. A propósito, don Pedro Huanchicay es el primer vecino del que se tiene registro, a causa de una ofrenda económica que realizó al Santuario de la Virgen de Andacollo en 1875, según la anotación que hizo el encargado de ese templo. Estaba casado con doña Felisa Varas, de cuya unión seguramente se extendió el árbol genealógico de la localidad. De hecho, ya en 1880 bautizaron al primogénito Pedro Segundo Huanchicay Varas.
La Laja tuvo su propia escuela alrededor de 1920, siendo su directora doña Corali Vargas, quien en 1925 dio aviso a las autoridades sanitarias de Vallenar sobre la tos convulsiva que se dejaba sentir en el poblado como una verdadera epidemia, razón por la cual pidió el cierre del establecimiento educacional hasta que pasara la emergencia.
Otras profesoras fueron Raquel Maurás, Estefanía Aguirre, Josefina Patiño y Samara Cruz Rivera, quien ejerció su cargo hasta el año 1970. La última profesora fue la unidocente doña Eliana Varas Espejo, nacida, criada y educada en La Laja, quien con infinito dolor debió poner candado por fuera a su querida escuelita en 1995, ya que habían terminado los trabajos de la cortina del embalse y pronto empezaría el proceso de inundación del valle para el llenado del embalse, lo que ocurrió a plenitud en 1997, luego del diluvio que se dejó sentir en la región, el cual trajo consigo una gran avenida del río, como nunca antes había acontecido, haciendo que el embalse se llenara milagrosamente en apenas un par de meses.
Así, bajo el agua, quedó la pequeña escuelita, al igual que los callejones Los Lúcumos y La Era, que conducían, respectivamente, hasta el predio de José Mercedes Varas Herrera y Justino Huanchicay.
A pesar de esta situación, durante hartos años se pudo ver la emblemática copa del eucalipto gigante que seguía erguido, asomando sobre el nivel de las aguas como mudo testigo de que allí alguna vez existió una pequeña aldea en la que nacieron y crecieron muchos lajinos, para quienes su pueblo era prácticamente un paraíso en medio de la provincia de Huasco.