El querible Nantoco es considerado uno de los pueblos más sufridos a lo largo de su historia, ya que se presume que habría padecido el mayor rigor de los embates de la naturaleza, como terremotos, incendios, heladas, sequías y aluviones.
En este lugar se reunieron los caciques de la zona, entre los cuales estaban Galdiquin y Gualimia, para deliberar sobre el acercamiento de una nueva fracción de españoles, comandados por don Pedro de Valdivia, quienes se acercaban al valle de Copayapu. En la reunión discutieron si hacían o no la guerra al invasor. Anteriormente ya se había llevado a cabo una batalla en las cercanías, donde perdió la vida el fundador de La Serena, don Juan Bohon.
En su extensa quebrada, que lleva el mismo nombre, se encuentran vestigios de haber sido un prolífico centro productor minero y lítico de las culturas molle y copiapoe, aparte de ser un gran productor de frutas, verduras y ganados camélidos.
Según los etimologistas, esta localidad tuvo las denominaciones Nantoco, Nantoc, Ñantoc, Antoc y Antuco. Todas quieren decir lo mismo, «Agua de los pozos», que por cierto aún quedan, algunos secos e intervenidos y la mayoría probablemente tapados por las inclemencias del tiempo y la mano del hombre, que, interesado en la riqueza minera, no titubeó en la destrucción paulatina de los bosques nativos para ocupar sus leñas en las fundiciones de minerales. Hasta el genial Ignacio Domeyko denunció esta práctica tras sus recorridos por la zona.
En la actualidad es posible encontrar pozos con mucha o poca agua, protegidos por la naturaleza o por alguna divinidad que se niega a seguir entregando los cursos y recursos a quienes hacen mal uso de ellos.
Según los comentarios vertidos por Carlos María Sayago, en su libro Historia de Copiapó, este poblado debe haber sido bastante importante en su época, ateniéndonos a la cantidad de personajes que vivieron allí. Este historiador revela que los indígenas del entorno cosechaban grandes cantidades de brea, un arbusto que servía para calafatear los barcos. Como este producto era tan cotizado en el extranjero, su exportación fue continua.
Han sido numerosos los hallazgos de tambos indígenas con sus talleres líticos, los cuales se encargan de hacernos saber de las prácticas de ese tiempo, las que se fueron terminando con la llegada de los invasores incas y posteriormente los españoles.
Don Felipe de Mercado del Barrio de Villar Otáñez, trapichero y fundidor, fue el primer alcalde de Copiapó. Encomendero del Rey Fernando V, construyó buitrones y guairas en el lugar, obligando a los indígenas a establecerse en reducciones especialmente condicionadas para ellos.
La encomienda de Nantoco se encontraba en la quebrada del mismo nombre y en ella residía la comunidad, compuesta por las diferentes clases sociales.
En el año 1667, según apunta Sayago, fueron recurrentes las discusiones de los indígenas por la propiedad de la tierra.
El encomendero tenía la obligación de levantar iglesias, para evangelizar a los indígenas. Fue así que Felipe Mercado, en 1750, mandó a construir un templo con estos propósitos, dedicado a la Inmaculada Concepción de María, cediéndose el honor de capellán perpetuo. Esta iglesia tenía todos los paramentos y vasos sagrados. La construcción la lideró el arquitecto Pedro Martínez. Pasados 15 años de su erección como capilla, en 1765 fue elevada a la categoría de viceparroquia de la jurisdicción de Tierra Amarilla, desde donde fue desmembrada.
Don Apolinario Soto Cuadros, agricultor y minero natural de Curacaví, se casó con doña Justa Pastora Garín Mercado, nacida en Copiapó y descendiente de Felipe Mercado. Así pudo adquirir la Hacienda de Nantoco, como es conocida en la actualidad. El señor Soto también se dedicó a la minería en Atacama, donde amasó una considerable fortuna que le permitió construir y adquirir hermosas casonas y palacetes, así como haciendas y minas, además de transformarse en un poderoso accionista de la industria minera.
En Nantoco contrató a un grupo de carpinteros ingleses, quienes hicieron su nueva casa patronal, a la vez de cambiar de lugar y remodelar la vieja iglesia construida por Felipe Mercado. Este templo aún existe, pero se encuentra en un calamitoso estado de conservación. Fue adquirido por un particular sin ninguna pretensión de protegerlo. Da la impresión que su objetivo sería venderlo al Estado y sacar el provecho correspondiente con los terrenos infértiles que le rodean. Para peor, a su alrededor se acumulan un montón de camiones viejos sin ninguna posibilidad de volver a funcionar, además de cachureos, escombros y basura.
Este conjunto arquitectónico, inserto en una escabrosa malla de alambres, cada día recibe el tormento del sol, el desenfreno de los vientos y las caricias de las pocas lluvias que caen en la zona, ayudando a que su derruida fachada vea inminente su destrucción total.
Este caso nos lleva a preguntarnos para qué sirve el Consejo de Monumentos Nacionales. Al parecer, sus conspicuos personajes, que reciben jugosos emolumentos, solo deliberan de manera estéril.
La Iglesia de Nantoco y la Casa Patronal, construida en 1860, fueron nominadas monumentos nacionales en el año 1984, bajo el decreto N°1030.
Por este medio pido a mis amigos que hacen turismo en Atacama que no solo destaquen las bellezas de nuestra región, sino también sus asquerosidades.