Por Omar Monroy
La plaza principal de Chañaral guarda una historia de 160 años. Un documento de 1862 la definió como un centro recreativo de encuentro ciudadano.
El templo católico se inauguró en 1864, dejándose un terreno baldío para la ornamentación de la plaza, labor llevada a cabo, de manera altruista, por el portugués Manuel Magalhaes de la Piedad. Sin embargo, en 1884, la prensa local reveló que la Municipalidad de Chañaral no había reembolsado los gastos que invirtió el vecino europeo en este embellecimiento.
Esta plaza lleva el nombre de un ilustre político copiapino, quien, paradójicamente, no tuvo ningún acto, lazo ni cercanía con Chañaral. Al contrario, en 1876, en momentos decisivos del puerto para aspirar a un promisorio desarrollo, no se pronunció a favor de los intereses locales, pese a ser parlamentario. A la plaza le colocaron su nombre después de la Revolución de 1891, ya que luchó contra José Manuel Balmaceda.
Sin desmerecer a esta distinguida figura pública, pienso que la plaza debiera llevar el nombre de su constructor, don Manuel Magalhaes de la Piedad, ciudadano encarcelado injustamente una vez terminada la guerra civil, por apoyar de modo humanitaria a los vecinos balmacedistas. Pero, así se ha escrito la historia…, construida por hombres… a veces sin visión ni generosidad, sino que absorbidos por pasiones políticas…
A través del tiempo, nuestra plaza ha tenido varias transformaciones urbanísticas, las que podrán observar en las imágenes que inserto. Acerca de sus diseños arquitectónicos me referiré en otra ocasión.
Como ciudadano común, también estoy preocupado por el proyecto de reposición de la plaza y su licitación, cuyos fondos están aprobados por el CORE. En efecto, es un tema complejo, debido a los procedimientos técnicos, pero no por ello cerrado. Por lo mismo, como hijo de esta tierra, conversé hace un par de semanas con la señora Margarita Flores Salazar, alcaldesa de Chañaral, quien tuvo la gentileza de darme a conocer antecedentes que ojalá fructifiquen, siendo necesario para ello el consenso entre ciudadanos y autoridades regionales.