El 3 de diciembre de 1938 se inauguró el Estadio Nacional, con la asistencia de 45.000 espectadores que repletaron las gradas de cemento. Fue tanta la expectación que miles de personas no pudieron ingresar.
En dicho evento desfilaron diez mil atletas e incluso participaron delegaciones de Brasil, Uruguay, Perú y Venezuela, que contribuyeron a dar brillo a los actos programados. Pero quienes se llevaron los mayores aplausos fueron el legendario maratonista Manuel Plaza y José Vicente “Potrerillos” Salinas Veragua, nuestro gran campeón sudamericano. Este notable atleta no solo fue famoso corriendo en las pistas y ganando los 200 y 400 metros planos donde compitiera, sino también porque cultivó un profundo amor por la tierra que lo vio crecer.
Potrerillos, como se hacía llamar y era conocido en el mundo deportivo, en realidad nació en Ovalle, en 1904; recién llegó a Potrerillos en 1918, cuando tenía 14 años. En esta localidad trabajó en el taller de telefonía. En tanto, a nivel deportivo se inició ganando los torneos locales y posteriormente representó al campamento minero en los certámenes nacionales, venciendo a cuanto rival se colocaba en su camino.
El Potrerillos, oriundo de una familia pobre, poseía cualidades innatas para correr. De esto se dio cuenta el entrenador alemán Carlos Strutz, que arribó al país en 1925 y tomó al potrerillano como aprendiz. Desde aquel momento, Salinas comenzó a brillar con luz propia, transformándose en campeón sudamericano en 200 y 400 metros planos, títulos que revalidó consecutivamente entre 1929 y 1935.
A Salinas lo caracterizaba su tremendo ñeque y el hambre de gloria. Junto a Manuel Plaza popularizaron el estilo aguerrido de correr. Muy recordada es la anécdota entre el Potrerillos y su entrenador, en la que el fondista llegó enfermo a competir. Esa vez, Strutz le pidió que trotara suave para tener chances de ganar, pero el criollo desobedeció y entre vómitos y mareos logró el primer lugar. A propósito, del Potrerillos Salinas se cuentan muchas anécdotas, principalmente nacidas de su falta de constancia en los entrenamientos.
Este mítico atleta, incluso, llegó a ubicarse entre los 8 mejores fondistas del mundo por casi una década. Después de darlo todo por el deporte nacional, Green Cross lo contrató para entrenar a sus divisiones menores y en 1974 volvió a Potrerillos para recibir el aplauso y el cariño de su gente del mineral. Lógicamente sin saberlo, esta sería su despedida, ya que un año más tarde fallecería en Santiago.
En Potrerillos, en 1990 se inauguró en su honor la Plaza Vicente Salinas y se instaló una placa con la siguiente leyenda: «Paseo público dedicado a un trabajador y atleta a nivel nacional e internacional que se forjó en el desierto».